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La esperanza de Daniel salió por la pantalla de un computador

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    Fotógrafo: Foto Alcaldía de Medellín

    2022-03-16

    La esperanza de Daniel salió por la pantalla de un computador

    Por: Luis Hernando Mejía Mejía – Edición: Fredy Arboleda

    La revolución tecnológica está llegando a diferentes sectores de la ciudad y para las familias más vulnerables, que no tienen la posibilidad económica de conseguir un computador, tenerlo es una oportunidad de aprendizaje única.

    Son las tres de la mañana y Daniel no suelta su computador. Su madre, Liliana, está preocupada porque desde que la Alcaldía de Medellín le dio este “aparato”, él no se despega de ahí. “Es que se la pasa metido en eso todo el tiempo y no estudia”, dice ella.

    Es que Daniel encontró en ese computador la herramienta que necesitaba para lograr que el futuro anhelado se pueda convertir en realidad. Nunca había tenido esa posibilidad y se siente como un niño estrenando juguete.

    “Mi madre no entiende que yo aquí puedo acceder al mundo, puedo aprender inglés, alemán, francés, italiano o cualquier idioma que yo quiera y, por eso, desde que tengo este computador me la paso escuchando y aprendiendo idiomas, que es mi gran sueño para poder recorrer el mundo”, dice convencido.

    Liliana, por su parte, lo más cercano que ha estado de la tecnología ha sido gracias a su celular, ese viejo destartalado que todo el mundo le dice que no sirve para nada porque no toma fotos ni graba videos, pero que ella orgullosa dice que le entran y salen llamadas, “para eso son los teléfonos”.

    La esperanza de Daniel salió por la pantalla de un computador

    Oportunidades de aprendizaje

    Y es que las oportunidades, ahora, para Daniel, son infinitas, las mismas que tienen 617 compañeros más que estudian en el ITM, en el Colegio Mayor de Antioquia o en el Pascual Bravo, porque, según él, no es solo poder practicar idiomas diferentes, sino porque ya puede hacer sus tareas con mayor facilidad, escribir en clase las notas, enviar mensajes, grabar audios, intercambiar con personas del exterior y, por qué no, escribirse con sus compañeros.

    Si bien su mundo académico ha cambiado gracias a la Alcaldía de Medellín  en el cual se vislumbran nuevos retos y oportunidades, Daniel,  jocosamente, dice “que el mayor reto que tiene ahora es lograr que Liliana entienda que su computador le abre las puertas al mundo” y, aunque a veces lo mira de reojo para saber qué está haciendo, también se ha dado cuenta que le interesa conocer algo de este mundo que para ella es desconocido, porque -según él- en los tiempos de su madre solo había máquinas de escribir y, eso, para los que tenían dinero.

    “Yo nunca aprendí esas cosas, ni me interesó. Ya uno a los 57 años qué va a aprender esas cosas, pero yo sí tengo claro que mi hijo sí sabe manejar esos aparatos y ahí ve muchas cosas, que según él le van a servir para su vida, y eso a mí sí me gusta. Ojalá”.

    La casa de Liliana está ubicada en Santo Domingo Savio, cinco cuadras arriba del colegio Antonio Derka, desde donde la vista de Medellín es bellísima. Desde su ventana, rodeada de madera y bajo un techo de zinc, logra ver un gran panorama de la ciudad, el mismo que sueña con su hijo cuando se gradúe, lo cual va a lograr porque ha demostrado ser una buena persona y con muchas ganas de salir adelante.

    La esperanza

    “Desde que él esté en la casa, juicioso, estudiando y no perdiendo el tiempo, no me preocupa. Lo que me preocupa es que se envicie a esos aparatos y no haga las tareas, porque yo si no tuve oportunidad de hacerlo, por eso es que vivo aquí  y  estoy feliz y orgullosa con mi hijo, porque gracias a su dedicación en el Pascual Bravo, ya al menos trajo un aparato que jamás hubiéramos podido tener en casa, como es un computador”, dice a carcajadas, mientras se toma un tinto y mira al cielo, como si la esperanza hubiera llegado de manos de la tecnología.

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