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Jalisco (México) es el invitado de honor de la 19.ª Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín, que va hasta el domingo 21 de septiembre. En 2022, Guadalajara (Jalisco) fue nombrada Capital Mundial del Libro por la Unesco. Uno de los escritores que asistieron a la actual Fiesta del Libro de Medellín es Hiram Ruvalcaba. Tiene 37 años, nació en Zapotlán el Grande (Jalisco) y es el padre de Josué, de 6 años. Ha ganado varios premios nacionales, entre ellos el de Narrativa Mariano Azuela, Cuento Joven Comala, Crónica Joven Ricardo Garibay, el de Cuento José Alvarado y el de Cuento Agustín Yáñez.
Es el autor de Me negarás tres veces, La noche sin nombre, Padres sin hijos, De cerca nadie es normal, Los niños del agua, Todo pueblo es cicatriz, entre otras obras. Es narrador y traductor, licenciado en Letras Hispánicas, ingeniero ambiental y maestro en Estudios de Asia y África. Es profesor de la Universidad de Guadalajara en estas materias: Letras Hispánicas y Periodismo y en la Licenciatura en Escritura Creativa. Con él conversamos en el Jardín Botánico, el escenario principal de la Fiesta del Libro y la Cultura.
“Tengo entendido que es persa; mi mamá lo sacó de la Biblia, definitivamente. Yo me llamo Marcos Hiram. Mi nombre siempre me ha parecido interesante, porque Marcos es el dios de la guerra, Marte. Hiram es una plegaria, quiere decir algo así como el hermano Dios es grande. Hay una especie de dicotomía o de oxímoron ahí porque es como la guerra y la apreciación o el agradecimiento divino. Y a mí me parecía un nombre bastante difícil de aceptar, porque nadie lo sabía escribir bien. Me han dicho Irán, Irma… Pero conforme he crecido, me ha gustado mucho más y, bueno, me parece mucho más eufónico, por eso al momento de hacer el nombre de pluma”.
“Sí, mi familia. Tengo otro apodo que lo voy a decir, porque es muy mexicano: a mí me dicen Taco en casa y he sido el Taco toda la vida”.

El escritor mexicano Hiram Ruvalcaba nació en Zapotlán el Grande (Jalisco).
“El arte debe tener un compromiso con el tiempo que está, digamos, viviendo el artista. No creo que sea algo que necesariamente hagan todos ni creo que sea un error no hacerlo, pero al menos yo, y la literatura que a mí me gusta, sí cumple esa función. Yo creo que los escritores somos algo así como cronistas de nuestro tiempo y nos alimentamos de las cosas que vivimos. Si lo que tú vives es violencia, entonces la violencia se manifiesta en tu literatura. Hay un fenómeno que ocurrió hace algunos años de literatura sobre el narcotráfico en México. Hay una crisis de violencia estructural en todo el país. A mí no me ha gustado sumarme a solo hablar de violencia del narcotráfico. La violencia del narco es importante, pero también creo que está en un nivel de la punta del iceberg, prácticamente. Lo que realmente me interesa es hablar de la violencia como un problema social que afecta a todas las estructuras: la familia, las amistades, relaciones entre vecinos, entre estudiantes y profesores. Es decir, la violencia permea todos los aspectos de la sociedad. La literatura tiene que preocuparse por plasmar estas situaciones, porque finalmente la labor de las instituciones es decir que todo está bien. Todo está bien, van para abajo los actos violentos, las cifras negativas, pero la labor del artista, del periodista también, es encontrar en qué aspectos es necesario trabajar, y yo, por ejemplo, considero que en Latinoamérica – yo lo veo como si fuese un solo país – todos tenemos situaciones similares: el idioma prácticamente es el mismo en todos lados, la historia de los países latinoamericanos está llena de los mismos problemas: desaparecidos, narcotráfico, colonización, recolonización, invasión norteamericana, qué sé yo. Entonces, al hablar de mi experiencia como actor mexicano, yo empatizo mucho al leer autores colombianos, peruanos, chilenos, argentinos; me puedo reconocer en ellos. Yo leo, por ejemplo, lo que pasó en la época de las Farc en Colombia y ahora vivo lo que está pasando en México con el narco. Bueno, hay paralelismos inmediatamente reconocibles”.
“Yo le llamo realismo brutal. Es realismo también un poco grotesco. Yo me baso mucho en lo que Oé Kenzaburo, el autor japonés, decía y que él tomó de escritores como Rabelais: tienes que hablar de la sociedad, no hay de otra. A mí me gusta mucho hablar de problemas humanos y quizás el sentimiento más importante para mí es la angustia”.
“Fíjate que es muy chistoso. Yo tengo diversos intereses. He trabajado como autor de literatura unos 20 años, pero desde el punto de vista académico estudio literatura de terror. Me gusta mucho, escribo varios ensayos de literatura de terror. Me fascina el manga, me fascinan los videojuegos. Tengo varias notas circulando en internet sobre la relación entre los videojuegos y los estudios serios de antropología, sociología, historia, literatura, etc. Me parece que esos vínculos son importantes. No conozco un solo autor de mi generación, yo soy de los 80, que no diga: a mí me influyó Dragon Ball. O sea, te lo dicen en corto: ‘Yo sí veía a los Caballeros del Zodiaco, vi Candy Candy, Sailor Moon’. Pero a la hora de introducirlo en el discurso literario, a muchos les avergüenza porque no se considera que eso sea arte serio. Y en Japón sí lo es. En Japón la gente, mucha gente, son genios que narran, etc. Hay mucha gente que estudia para hacer manga. Trato de reivindicar estas otras expresiones narrativas, porque me gusta pensar que finalmente yo estoy haciendo lo mismo: hablando de una parte de mi cultura y una parte de mi formación como autor para mostrarle a las nuevas generaciones que está bien ver este tipo de producciones”.
“Sin duda, sin duda. Yo te puedo decir, por ejemplo, que para mí una de las grandes epopeyas de nuestro tiempo es Berserk. Y nunca se terminó, porque el autor murió. Y eso le da una pizca de interés más grande. Se sigue escribiendo, él dejó notas. Es un poquito lo que pasó con La divina comedia, fíjate. Cuando murió Dante, La divina comedia no estaba acabada; la terminó uno de sus hijos. Entonces, es cuando una obra tiene tanta ambición. Yo leo Berserk desde que tenía 11 años. Cuando el mangaka se murió yo lloré. Son cosas raras, pero también interesantes. Hablan de cómo la literatura nos habita en diferentes espacios y de diferentes formas”.
“Es la primera vez que vengo a Sudamérica. Estoy encantado con la ciudad. Creo que es muy semejante a Guadalajara en el sentido de que es una capital que, digamos, aún se permite una cierta conexión con los espacios naturales. Ahora, creo que Medellín tiene una relación mucho menos invasiva con la naturaleza. Es decir, en Guadalajara hay parques: está el jardín de Los Colomos, donde hay un jardín japonés. Está, por ejemplo, también el Parque Metropolitano. Hay dos o tres parques muy grandes, pero, si tú vas a las colonias, es evidente que hay una necesidad urgente de vegetación. Y eso en Medellín no ocurre. Medellín me parece un gran ejemplo de cómo debería funcionar una ciudad en relación con el entorno natural. En Guadalajara se están haciendo esfuerzos por retomar esta postura”.
“En cada lugar que visitas como invitado a una fiesta o feria del libro, la postura literaria es diferente. Cada ciudad tiene su propia interpretación de lo que es o debe ser la literatura. Esta Fiesta del Libro me ha gustado mucho. El espacio que eligieron, este jardín, es una maravilla. Permite un recorrido que precisamente es lo que debería ser la experiencia del libro, porque el libro no es nada más ir, ver puestos y comprar. Hay una inmersión, actividades, un paisaje qué disfrutar. Tú puedes venir a la feria, escuchar alguna conferencia, moverte. Entonces, me parece que el lugar es ideal; esa es una gran decisión. Hay otras ferias, por ejemplo, que he visitado en México y me han gustado mucho. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara es una cosa increíble. También tendrían que visitarla cuando tengan la oportunidad”.
“Me atrevería a decir que toda ciudad debería tener una fiesta del libro. Me parece que hay una crisis evidente de lectores. No conozco cuál es el índice de lectura en Colombia; no debe ser altísimo. En México es muy bajo. Tenemos que reivindicar el papel de la literatura en la vida cotidiana. Las personas creen que la literatura es una cosa del académico, de los viejitos que se reúnen para hablar de sí mismos. Lo cual también está bien. A mí me encanta escuchar hablar a los grandes poetas que ya están en la tercera edad. Pero también creo que es importante, sobre todo, enseñarle al ciudadano común, al niño, a la niña, al joven estudiante universitario, al joven que no estudia y que trabaja vendiendo camisas o gorras. Hay que enseñarles la importancia de las historias, porque creo que a todos nos gustan las historias. A mí me cuentan un chisme de personas que no conozco y yo quiero escuchar. Amamos el chisme porque la naturaleza del chisme es la misma de la literatura: estamos contando una historia con un mensaje moral. La literatura es eso. A lo mejor tendremos que vender a la literatura como, son chismes de gente que vivió hace 500 años, pero son relevantes, porque lo que nos están ayudando a hacer es a vivir vidas extras, como hacer trampa y ganar experiencia de personas que no conocimos, pero que de alguna manera les importamos. Y eso me parece que es el milagro de las letras”.

La 19.ª Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín contiene 3000 actividades y hay para toda la familia.
“¡Ah, qué maravilla! Ojalá que les toque, sí. Es una gran experiencia”.
“Te voy a ser honesto: depende mucho de la organización. El galardón de ser la Capital Mundial del Libro me parece extremadamente importante. Ojalá que a Medellín le toque. Creo que tiene todo para ser una Capital Mundial del Libro. Sin embargo, vuelvo a lo mismo: si no hay una buena difusión de las actividades, los talleres, si no hay también un proceso democrático para seleccionar a los autores, a las academias, a las editoriales que van a participar, qué sé yo, se vuelve de repente una especie de nicho. Es uno de los peligros que yo vi que pasó en Guadalajara. Me gustó el evento, me invitaron a un par de cosas. Definitivamente, estoy muy contento por la actividad, porque todo lo que se haga para acercar a la gente a la literatura es un esfuerzo loable”.

Orquideorama del Jardín Botánico en la 19.ª Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín.
“Mira, desde mi casa se ve la Media Luna. Salgo de mi casa, voy a la calle, volteo a los cerros y ahí está contra los cerros que llaman la Media Luna. Desde que era niño, mi papá me decía: ‘Mira, ahí vive Pedro Páramo’. Yo era un niño muy crédulo y mi papá, un cabrón muy mentiroso (risas). Entonces, yo le creía que era el pueblo de los fantasmas. Cuando fui creciendo, por supuesto, le dejé de creer. Cumplí 30 años y dije: no, creo que no, ahí no viven. Pero, sin duda, me parece que el clima literario de Zapotlán el Grande (Jalisco), que es el lugar de donde vengo, está sumamente influido por dos representantes esenciales: Juan Rulfo, que goza de mayor reconocimiento, pero el otro también es muy interesante: se llama Juan José Arreola. Arreola nació en Zapotlán y toda la gente de Zapotlán lo sabe. Sus hermanas tienen una panadería muy rica en el jardín. Yo estudié en una primaria que estaba a dos cuadras de la casa de Arreola y nos decían: este cuento que estás leyendo en el libro de texto gratuito que se distribuye en todo el país lo escribió el señor que vive aquí, a dos cuadritas. Tener ese tipo de acercamientos con la literatura, que no son estrictamente como lector, pero sí es un acercamiento vital, es muy importante en tu formación literaria. Cuando yo empecé a escribir era como: bueno, ya hay un hombre que es de mi pueblo, que salió del pueblo escribiendo y logró grandes cosas. ¿Por qué no yo también? Y, mira, yo no quiero compararme con Arreola, por supuesto, es uno de los grandes nombres de la literatura mexicana, pero ya estamos en Medellín. Entonces, ahí vamos, haciendo la propia obra, las propias conquistas. Zapotlán el Grande está pasando un momento sumamente importante en la formación de jóvenes artistas. Hay un taller literario que tiene un señor llamado Ricardo Sigala, con el cual yo participé. Este taller tiene 30 años funcionando, o sea, hay muchos logros qué festejar. Con respecto a la segunda pregunta, yo en una novela, que ustedes pueden encontrar en el estand de Penguin Random House, llamada Todo pueblo es cicatriz, menciono que, probablemente, yo hablaba de México, pero honestamente creo que es aplicable a diferentes contextos y sociedades en Latinoamérica, incluso en el mundo. Quizás todos somos un pueblo de muertos, nada más no nos han dicho todavía. Es una experiencia que pasó en casa a un tío que lo balearon porque le intentaron un fraude con un coche, pero también son otras dos personas que fallecieron y cuya muerte fue muy impactante en el pueblo en un momento en el que las muertes todavía eran representadas por seres muy fácilmente identificables. Esto es algo que seguramente ustedes vivieron en algún momento de su historia, quizás siguen envueltos en esto, no tengo tantos datos actuales, pero en México hubo un momento, en el 2007 – 2008, en el cual hubo tantos muertos todos los días que era difícil siquiera contabilizarlos. Hay experiencias abominables. En 2017 el gobierno abandonó dos tráileres llenos de cadáveres en una pinche colonia, porque ya no cabían en la morgue. Eso para mí es una pesadilla. No quiero dejar de decir que por eso creo que el arte es importante. A pesar de este horror que estamos viviendo como latinoamericanos todo el tiempo, el arte tiene que ser transversal y presentarse como opción real de vivir el mundo, de experimentar la vida”.
“Ayer estaba en una charla de un gran escritor colombiano llamado Andrés Mauricio Muñoz. Me pareció muy chistoso porque yo lo escuchaba hablar sobre lo que él consideraba que era literatura y decía: es lo mismo que yo pienso. Para mí, el evento cotidiano es lo más importante. Encuentro en lo cotidiano siempre como aquel momento en que el mal o el horror acecha. De repente vas manejando, se te atraviesa una persona o un niño y tu vida cambia en un instante. Llevas a tu hijo de la mano por el mercado, lo sueltas tres segundos, volteas y ya no lo ves, y ese instante de angustia, en el cual sabes que todo está perdido o que podría estarlo, es el que a mí me interesa en la literatura. Por eso decía hace rato que mi elemento o mi sentimiento más importante es la angustia. Aquellos momentos en los que la vida de un personaje se tuerce y a veces no puede volver al cauce original. Por eso todos los personajes con los que yo trabajo son gente de a pie: el estudiante de universidad, el zapatero, el que barre la calle, el ama de casa. En esas historias se encuentra la verdadera literatura. Y les voy a poner un ejemplo muy doloroso: hace menos de una semana explotó una pipa de gas en México y una de las escenas más conmovedoras fue la de una abuelita que vio el fuego, cubre con su cuerpo a su nieta de dos años y la salva. La señora se murió, por supuesto, 98 % de su cuerpo cubierto por quemaduras; abandona el lugar completamente quemada, calva, pero con la niña en brazos y la niña casi intacta. Ahí está la literatura. En esos actos horrendos o maravillosos encontramos el germen para escribir las historias”.

La Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín es un evento que invita al encuentro de familias, parejas y amigos.
“No sé si un libro sea capaz de hacer muchas cosas por una sociedad, pero sí creo que la literatura nos ayuda a comprender mejor nuestro propio dolor. A mí, por ejemplo, hay libros que, leídos en el momento exacto o adecuado, me salvaron del dolor, de la tristeza, de la depresión. También hay libros que me han aventado al suelo y me han pisoteado. El arte, en general, nos ayuda a comprender mucho mejor nuestras propias necesidades y nuestros propios problemas. Y eso es, por supuesto, sumamente importante para nosotros”.

El escritor mexicano Hiram Ruvalcaba fue uno de los invitados a la 19.ª Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín.
“Una vez visité a Fernando del Paso, yo creo que mi escritor mexicano favorito de todos los tiempos, y me dio un consejo: ‘Si tú quieres ser escritor tienes dos caminos: leer mucho y escribir mucho. No hay ningún atajo’”.