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Cien mil árboles siembran esperanza de vida en el cerro Medellín

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Medellín en Historias | Secretaría de Medio Ambiente
Por: Hernán Muñoz Fotos: Isabel Moreno Editor: Alonso Velásquez Jaramillo. |

El cerro Medellín, que separa el vértigo urbano de la comuna 8 de la bruma del corregimiento Santa Elena, amaneció distinto ese día. El viento olía a tierra abierta,...

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  • El cerro Medellín, que separa el vértigo urbano de la comuna 8 de la bruma del corregimiento Santa Elena, amaneció distinto ese día. El viento olía a tierra abierta, los árboles viejos crujían como si susurraran algo y, desde muy temprano, comenzaron a llegar ellos: los nuevos sembradores. Eran cerca de las ocho de la mañana y, aunque se esperaban 300 personas, más de 400 se abrieron paso entre senderos polvorientos con mochilas al hombro, sombreros de ala ancha, guantes gruesos, botas y algo más: un propósito.

    Algunos llegaron solos, otros en pareja y muchos en grupo. Había niños que no superaban el metro de altura y adultos que parecían llevar años esperando este momento. A todos los recibieron los jardineros del Jardín Botánico, quienes, con una mezcla de paciencia y rigor, los dividieron por zonas, les explicaron cómo mezclar el sustrato y aplicar el gel que retiene la humedad, claves para los primeros meses de “vida silvestre” de estos jóvenes árboles. Y luego, comenzó la siembra.

    Medellín conmemoró haber sembrado su árbol número 100 000 en apenas año y medio. No era solo una cifra, era una respuesta verde y viva frente al daño histórico y a los incendios. La Alcaldía de Medellín, en medio de un plan ambicioso de reverdecer la ciudad, escogió El Bosque de los Héroes, en el cerro Medellín, para conmemorar el Día Nacional de la Vida Silvestre. Pero la ciudad respondió con más de lo esperado: durante cuatro horas inolvidables, lo que se vivió allí fue algo más que una reforestación, fue un acto de amor colectivo.

    La siembra

    Samuel Arteaga, de apenas ocho años, fue uno de los protagonistas. Llegó con su mamá, cargado de energía y sin miedo al barro. Mientras muchos sembraban uno, dos o cinco árboles, él sembró veinticinco. “Me gusta sembrar árboles, flores, también cortar el pasto”, decía con una seriedad que desarmaba. No solo sembró, también recogió la basura con su mamá, clasificó residuos y se fue con la tarea de enseñarles a sus amigos del colegio lo que aprendió: no botar dulces al suelo, usar bien las canecas y cuidar lo sembrado. Su propósito era claro “para que este lugar se vea mejor”.

    Imagen personas en siembra

    Melisa Ospina también llegó sola, pero salió acompañada de algo nuevo. Fue su primera vez sembrando. Profesora de yoga y natación, había puesto esta tarea en su lista de pendientes. “cada arbolito es también una acción para los demás, para uno mismo. Sembrar desde el amor, ese es el propósito”, dijo mientras sostenía un pequeño roble. Le preguntaron por qué le interesaba saber el nombre de cada árbol “porque es importante saber a quién estás dejando en la tierra”, respondió.

     

    Muchos llegaron desde colectivos, organizaciones o empresas, como Liz Isaza “estamos sembrando una vida más para el planeta, pero también una parte de nosotros”, dijo mientras decenas de voluntarios tomaban fotos, reían y hundían las manos en el barro.

    Entre los que lideraban la jornada estaba Esteban Jaramillo Ruiz, subsecretario de Recursos Naturales de Medellín. Con su sombrero de ala ancha, que ya es casi una marca personal, caminaba feliz buscando un espacio donde sembrar. Durante su recorrido explicó que “cada árbol tiene un gel hidrorretenedor que le ayuda a sobrevivir en los primeros meses, usamos sustratos enriquecidos y aprovechamos cada día de lluvia. La siembra no es solo plantar, es garantizar que el árbol viva”. También participaron varios promotores ambientales con una jornada de limpieza en la que se recolectaron 96 metros cúbicos de residuos, el equivalente a seis volquetas dobles.

    Imagen del Cerro y personas que siembran

    El cerro Medellín

    El lugar elegido, además, no fue casual. El cerro Medellín ha sido víctima de incendios forestales en los últimos tres años, lo atraviesan quebradas vitales como Los Ataúdes y su ubicación lo convierte en una estribación natural entre Santa Elena y la zona centrooriental de la ciudad. Conectarlo con vegetación es construir un corredor biológico que protege el agua, la biodiversidad y a los habitantes humanos y no humanos que lo rodean.

    En cuatro horas, Medellín superó la cifra de 100 000 árboles y una esperanza honda. El cerro que antes ardía hoy se cubre de brotes pequeños que en unos años serán sombra, oxígeno y paisaje. No hubo discursos largos, solo familias, niños, abuelos, extranjeros, estudiantes, líderes barriales y funcionarios que metieron la mano en la tierra.

    Imagen del Cerro y personas que siembran

    La ciudad ya no es la misma desde aquel fin de semana, porque cien mil árboles después, Medellín no solo respira distinto: también sueña distinto.


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