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Casa Embera en Medellín

De la comunidad Embera, al corazón de Medellín: un aula en donde se forjan liderazgos

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Secretaría de Participación Ciudadana
Por: Por: Luisa Fernanda Bedoya. Fotos: Miguel Bernal. Editor: Alonso Velásquez Jaramillo. |

Para Sofía, una niña Embera, nacida en el municipio de Támesis, Medellín se ha convertido en su segundo hogar, sin olvidar los bonitos recuerdos de su tierra natal. E...

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  • Para Sofía, una niña Embera, nacida en el municipio de Támesis, Medellín se ha convertido en su segundo hogar, sin olvidar los bonitos recuerdos de su tierra natal. Ella tiene sus raíces en su pueblo y las en nuestra ciudad.

    A Sofía, una niña Embera de 11 años, se le iluminan los ojos mientras su lápiz recorre la cartulina para dar forma a su “árbol de la vida”. Sus dedos, manchados de verdes y cafés, acarician cada trazo como si fueran hojas reales. Entre las ramas que dibuja crecen sus recuerdos de Támesis: el olor fresco del río junto a su resguardo, las piedras tibias que se calentaban bajo el sol, la plaza donde jugaba con sus primos y las montañas que, al atardecer, se encendían en tonos naranja y rojo. Aunque amaba ese lugar, Medellín se ha convertido en su nuevo hogar, un lugar que late con la misma fuerza en su corazón. Aquí disfruta caminar por su barrio, escuchar el ruido de la gente en las esquinas, respirar el aroma a arepas recién hechas que sale de las casas y dejarse envolver por las risas y gritos de los niños que corren en la cancha.

    La Casa Embera en Medellín 

    En Medellín también ha encontrado otro espacio que le inspira: la Escuela de Participación. Allí juega con sus amigos de la Casa Embera y con los nuevos compañeros que ha conocido, compartiendo tardes de juegos, caminatas, paseos a la piscina o visitas al zoológico. En cada salida guiada descubre rincones de su barrio que antes no conocía y aprende a mirarlos con otros ojos: a reconocer qué le gusta, qué no y cómo podría mejorarlos. Entre risas y aprendizajes, Sofía guarda un sueño tan claro como el tronco de su árbol: entrar al ejército y convertirse en doctora para cuidar y proteger a otros niños de su comunidad, curando no solo sus cuerpos, sino también sus corazones.

    Un espacio seguro que nació de una decisión ciudadana

    Sofía es una de los 15 niños y niñas Chamíes y Katíos que hoy reciben formación en liderazgo, identidad y pertenencia en la Casa Embera y Espacio para la Dignidad Indígena, en el barrio San Diego, de la comuna 10 de Medellín. Este lugar huele a madera recién pulida y a café que se comparte en las pausas; sus paredes guardan palabras en Embera, dibujos de niños y mapas de colores que cuentan historias.

    Este proceso no surgió por azar. Fue posible gracias a que los habitantes de la comuna 10, La Candelaria, decidieron priorizarlo a través del Presupuesto Participativo, un mecanismo donde la comunidad elige en qué invertir los recursos de la ciudad. Así, una votación se transformó en un refugio donde la niñez indígena asentada en Medellín no solo aprende, sino que se reconoce como protagonista de su historia.

    Jugar para aprender, aprender para liderar

    En las Escuelas de Participación no hay pupitres en fila ni silencios prolongados. Hay risas, pelotas que botan en el suelo, cartulinas llenas de dibujos y recorridos por el barrio. “Nos enseñan sobre el respeto a la ciudad, sobre cómo comportarnos en el barrio, qué nos gusta y qué no. Me gusta mucho recorrer las calles y ver lugares que no conocía. Hemos ido a la piscina, al zoológico, a las canchas… me encanta jugar voleibol y fútbol”, cuenta Sofía, con las manos aún húmedas de la pintura que usó para dibujar.

    Las metodologías son lúdicas y participativas: mapas afectivos para identificar lo que aman de su entorno, cartografías que registran rutas seguras y relatos que rescatan la memoria colectiva de su comunidad. Aquí los temas centrales son identidad, territorio, pertenencia y cultura, siempre desde la educación popular y el respeto intercultural.

    Semillas que crecen con cuidado

    Para Wendy Giraldo, facilitadora del proceso, cada actividad es más que una clase: es un acto de protección. “Estos niños vienen de contextos muy difíciles, son los más vulnerables y los que necesitan más cuidado. Aquí trabajamos para que crezcan con valores, con un buen entendimiento de cómo comportarse en comunidad y salir adelante. Les enseñamos a reconocer su entorno, a ver qué está bien y qué no, y cómo pueden ayudar a mejorar lo que no les gusta”.

    El espacio es un pequeño universo donde se mezclan colores, olores y emociones: crayones esparcidos sobre las mesas, risas que interrumpen explicaciones, el murmullo en Embera cuando conversan entre ellos, y la sensación de que, en cada dinámica, se está sembrando algo más que conocimiento: se está sembrando confianza.

    Una ciudad que aprende su gente

    Hace apenas unos dos meses y medio que comenzaron las Escuelas de Participación en toda la ciudad, con la expectativa de convocar a 732 personas. Hoy, son 873 quienes se están formando, superando con creces la meta y demostrando el interés de los ciudadanos por aprender y participar activamente.

    El caso de Sofía es el reflejo de lo que queremos lograr en Medellín: llegar a territorios y realidades diversas, fortaleciendo la identidad y el sentido de pertenencia. La ciudad está dando un paso hacia un futuro más inclusivo y justo, y lo estamos haciendo de la mano de nuestra gente”, afirmó el secretario de Participación Ciudadana, Camilo Cano Montoya.

    Todas las voces cuentan

    Con las Escuelas de Participación, Medellín siembra semillas de liderazgo y respeto intercultural, cultivando una ciudad donde todas las voces cuentan y donde las decisiones nacen desde y para la comunidad. Cada clase, cada dibujo, cada juego es una raíz más que se aferra al suelo firme de la inclusión.

    Sofía lo resume con la inocencia y certeza de quien sabe que está en el lugar correcto: “Gracias, Alcaldía, por Casa Embera y la escuela de participación. Es muy divertida, me encanta y me enseñan mucho. Maravilloso”.


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