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Mujeres conductoras

Dos historias, dos vidas, un solo fin: brindar un buen servicio desde el transporte público

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Por: Alonso Velásquez Jaramillo - Editor:  Fredi Arboleda |

El bus y el taxi son dos de las alternativas de transporte público más usadas en Medellín.  Recientemente, se celebró el Día del Conductor y conocimos la breve hist...

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    • El bus y el taxi son dos de las alternativas de transporte público más usadas en Medellín.  Recientemente, se celebró el Día del Conductor y conocimos la breve historia de dos mujeres, de diferentes generaciones, que marcan la pauta en la ciudad como prestadoras de este servicio.

    Vivo demasiado contenta manejando bus; siento una sensación de plenitud y de tranquilidad haciendo esta labor”. Sonriente, segura de sí misma y concluyente expresa Daniela Alejandra Chavarro Sepúlveda -una bella joven de 19 años- el orgullo que siente por desempeñar esta actividad que, por décadas y estigmatizaciones, ha sido considerada como un trabajo solo para hombres.

    La misma opinión, pero con otras palabras tiene Adiela Murillo Daza, con 55 años de edad, 30 de ellos dedicados a manejar taxi en Medellín: “Amo mi profesión porque me ha ayudado a sacar a mi hogar adelante, porque me gusta prestar un servicio de calidad a la gente y porque los pasajeros se sienten seguros conmigo.  Es un gran trabajo”.

    Daniela

    Daniela es hija única, vive en el barrio Castilla; es una joven dinámica, alegre, moderna y muy femenina. Cuando terminó su bachillerato y, luego de intentar ingresar a la Universidad de Antioquia a estudiar Nutrición y Dietética y no pasar el examen de admisión, era consciente de que tenía que ponerse a hacer algo para ocupar su tiempo y apoyar a sus padres, Bernarda y Fabio, con la economía del hogar.

    Su papá es mecánico y, desde pequeña, le llamaron la atención los carros y las motos, aunque no se veía metida en ese gremio. Un tiempo después, un amigo de una empresa de transporte público de Medellín le mostró cómo se laboraba allí, pero no la convenció del todo.

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    Con el paso de los días conoció a más personas vinculadas al transporte público y ahí le empezó a “picar el bicho” de manejar un bus. Se metió a una escuela, se animó a sacar la licencia y se presentó a una empresa.  Al principio, le dijeron que no, porque estaba muy joven, ya que apenas tenía 18 años recién cumplidos.  No se dio por vencida; volvió a intentarlo unos meses después y uno de los gerentes de la empresa le dijo que sí, que hiciera los exámenes y los trámites para vincularse.

    Con la alegría de saber que tendría empleo manejando un bus, les contó a sus papás. Al inicio, a su padre no le gustó por ser un gremio de hombres y por considerar que ella tan joven y bonita no estaba para aguantarse algo tan difícil, pero con el tiempo aceptó.  “Pero mi mamá siempre dijo que me apoyaba y que iba a estar ahí para mí, y así empecé”, dice.

    Lleva unos cuatro meses vinculada con la empresa. Al principio sentía que sus compañeros se le acercaban con el ánimo de coquetearle y luego se acostumbró a esa situación; pero aclara que siempre han sido muy respetuosos y que es muy consentida por todos, tal vez por ser la más joven de la empresa.  Lo que sí tiene claro es que si le llega un novio que le pida dejar de manejar bus, no le acepta el cortejo porque eso es lo que le gusta hacer en esta etapa de su vida.

    Adiela

    La historia de Adiela es algo diferente, pero con puntos concordantes.

    Vive en Pedregal y es madre de tres hijos, y hace 30 años se puso a manejar en el servicio público “porque mi esposo se quedó sin empleo; había que hacer algo, y como yo sabía conducir, resultó la idea y ahí comencé a trabajar en el taxi”, relata.

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    En la Medellín de ese tiempo había muy pocas mujeres dedicadas a esa labor.

    Éramos como cuatro, eran muy machistas en ese gremio, pero la situación ha cambiado”, afirma.

    Ambas coinciden en la amabilidad, el respeto y la admiración que les brindan los pasajeros que transportan día a día.

    Son muy queridos y se sienten muy seguros”, manifiesta.

    Las dos afirman que no han pasado por accidentes o situaciones graves en las que se hayan visto involucradas.  Solo Adiela cuenta que alguna vez le robaron un taxi, pero nada le hicieron y fue bien tratada por quienes cometieron ese ilícito y, aunque es normal que su familia se preocupe por su seguridad, siempre ha contado con su apoyo y ella se cuida al máximo.

    Su trabajo y los desvares

    Adiela maneja el carro todos los días, descansando cuando hay Pico y Placa, y algún domingo; mientras que Daniela labora medio tiempo, en alternancia: una semana lo hace en las mañanas y la otra en las tardes, conduciendo un bus de la ruta 270 de Gratamira, en el sector de Castilla.

    Ante un imperfecto en la parte mecánica y para desvararse, ambas tienen su forma de proceder: “Cuando le siento un ruido o algo al carro -cuenta Adiela- llamo a mi esposo o al mecánico y me asesoro”.

    Por su parte, Daniela dice que “uno identifica el problema si es batería, aceite o refrigerante, porque no sé más allá.  Luego de esto, reporto a los mecánicos de la empresa y ya ellos se encargan del arreglo”.

    Sus sueños

    Mi sueño es poder comprarle una casa a mis papás y otra para mí, para poder independizarme”, dice Daniela.

    Para Adiela, su deseo “es seguir viviendo tranquila con la satisfacción del deber cumplido, jubilarse y, de pronto, tener la posibilidad, más adelante, con otra empresa, tener otro vehículo”.

    Y aunque la percepción sobre la dureza de este trabajo ha ido cambiando, de a poco con el tiempo, ellas están en contra de las estigmatizaciones.

    Al manejar bus, sé que represento a todas las mujeres, porque para esta época no tiene sentido que ellas tengan que estar en la casa haciendo cosas del hogar, sabiendo que podemos asumir el mismo trabajo que los hombres o incluso hacerlo mejor”, opina Daniela.

    A ojos cerrados, el trabajo es muy digno -asevera Adiela- y como cualquiera otro simplemente hay que hacerlo bien. Es un trabajo normal, con los peligros de cualquier otro; lo que tenemos es que cuidarnos, con herramientas como el botón de pánico o el apoyo de los mismos compañeros. Debe haber solidaridad y apoyo entre nosotros”.

    Y ni qué decir si alguien les cuestiona su gracia femenina por estar en este oficio.

    Soy muy femenina. Me gusta maquillarme, soy culta y bien hablada, y muy simpática. Mis compañeros y los pasajeros me dicen cosas halagadoras y muy bonitas, y yo les correspondo con mi simpatía y mi sonrisa”, resalta Daniela.

    Adiela destaca: “Con mayor razón soy muy femenina, como mujer que soy, y me mantengo muy bien presentada”.

    No se conocen entre sí, pero seguramente, por su oficio, sus rutas se han cruzado varias veces. Daniela con 1 metro con 50 centímetros de estatura, su larga melena roja y su desbordante simpatía seguirá insistiendo para ingresar a la universidad, además de aprender inglés o francés -como amante de los idiomas-, ser profesional y ejercer su carrera, en otro país si es posible, entre otros deseos.

    Y Adiela, mientras tanto, seguirá con su taxi transitando por las calles de la ciudad, ofreciendo sus servicios y transportando personas de un lado para otro, siempre pensando en que lo que hace redunda en el bienestar de los suyos.

    Lo que sí es que ambas -además de conducir sus vidas- también ayudan con su profesión de conductoras de servicio público -una en un bus y otra en un taxi- a que sus pasajeros lleguen puntuales y sin ningún contratiempo a los destinos y citas que la vida les pone en el camino.


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