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La abeja invisible: especie endémica y escasa se deja ver por primera vez en Medellín

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Medellín en Historias | Secretaría de Medio Ambiente
Por: Hernán Muñoz. Fotos: Fundación Milenaria y Secretaría de Medio Ambiente. Editor: Alonso Velásquez Jaramillo. |

Fue un día de contrastes, de esos que empiezan con una luz apagada y una neblina que parece envolverlo todo, como si el bosque quisiera guardar un secreto. Una llovizna ...

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  • Fue un día de contrastes, de esos que empiezan con una luz apagada y una neblina que parece envolverlo todo, como si el bosque quisiera guardar un secreto. Una llovizna persistente mojaba las hojas y humedecía los caminos de tierra mientras un grupo de personas, entre ellos un biólogo y tres guardacuencas salían desde Medellín rumbo al corregimiento San Sebastián de Palmitas. No lo sabían, pero estaban a punto de encontrar algo que la ciudad jamás había registrado.

    Robinsson Del Río, de 33 años, caminaba con paso firme y ojos atentos. Cargaba sus instrumentos, sus lentes inseparables, y una cadena que lleva siempre al cuello, como un dije sagrado. A su lado iban tres de los 39 guardacuencas que cuidan día y noche los ecosistemas que rodean a Medellín. Ese día, ellos eran más que cuidadores: eran exploradores y buscadores de vida.

    Las condiciones no eran las mejores. El cielo cerrado reducía las posibilidades de encontrar abejas. Cuando hay poca luz, ellas no salen. Sin embargo, mientras se internaban en el bosque, todo comenzó a cambiar: la lluvia cedió y la neblina se disipó. Y entonces, como si la montaña quisiera decir algo, las aves comenzaron a cantar. No un canto cualquiera: un murmullo intenso, constante, como un anuncio. Era el bosque dando señales y abriendo el paso.

    Imagen funcionarios en bosque

    Fotografía Fundación Milenaria

    Atravesaron una quebrada. El agua corría cristalina entre piedras oscuras. A cada paso, el barro se les pegaba a las botas y la humedad al cuerpo. Pero había emoción y expectativa. Confiaban en que algo podría aparecer.

    La abeja

    Y apareció un nido pequeño, incrustado entre un tronco de un árbol y  una piedra. Cuando el grupo se acercó, surgió una duda: en Colombia existen cerca de 800 especies de abejas. Y esta, a simple vista, se parecía, según los expertos, a la abeja africana: de cuerpo oscuro, robusto e inquieto. Durante unos minutos hubo silencio. No sabían si era seguro acercarse.

    Imagen abeja en enjambre

    Fotografía Fundación Milenaria

    Pero pronto lo entendieron: esta abeja no tenía aguijón. Era otra cosa, algo más especial, algo escaso. Se trataba de la Melipona nigrescens, una abeja sin aguijón, endémica de Colombia, nunca antes registrada en Medellín. Una especie tímida, difícil de encontrar, porque su comportamiento es casi exclusivo. No se alimenta de cualquier planta: necesita árboles nativos. No anida en cualquier parte: busca refugios específicos o recónditos. Y cuando produce miel, lo hace con un gesto único: deshidrata el néctar y lo expulsa como pequeñas manchas líquidas en la parte externa del nido. Esa fue la pista definitiva. Una señal húmeda y dorada que decía: aquí estamos.

    Fue un momento de asombro. “Fue un día emocionante, memorable”, dice Robinsson, biólogo de la Secretaría de Medio Ambiente de la ciudad, quien explicó que “la abeja se quedó en el área”.

    Ahí, en medio del bosque, esa colonia era más que un nido: era una prueba viva de que el ecosistema funciona, de que las montañas de Medellín  protegidas  y vigiladas por sus guardacuencas, son hogar de especies únicas, silenciosas y vitales.

    Imagen abeja primer plano

    Fotografía Fundación Milenaria

    Su papel en el ecosistema

    Porque esta abeja, pequeña y aparentemente frágil, cumple un papel gigante. Es un polinizador y sin ellos, no hay vida. Sin su trabajo constante y minucioso no habría frutas, semillas y muchas de las plantas que sostienen nuestra alimentación. Las abejas son obreras invisibles que mantienen el equilibrio. Por eso, el hallazgo cobra un valor inmenso, justo en el mes del Día Mundial de las Abejas.

    Las muestras tomadas por el equipo fueron llevadas al Museo Entomológico Francisco Luis Gallego, de la Universidad Nacional. Allá quedaron registradas, montadas y serán conservadas. Estas servirán a futuros investigadores que, como Robinsson y su equipo, seguirán explorando los misterios de la biodiversidad. Pero la abeja, la original, la viva, sigue allá. En su nido, en su bosque y en su montaña.

    Imagen logo de Milenaria Fundación

    Fotografía Fundación Milenaria

    Ese día, la naturaleza decidió mostrarse. Como si supiera que alguien estaba listo para verla, como si entendiera que el momento había llegado. Fue un acto de confianza y un destello de vida que confirma que estamos haciendo lo correcto: proteger, cuidar y respetar.

    Actualmente, Medellín protege cerca de 3000 hectáreas de ecosistemas y este hallazgo es una confirmación de que vale la pena, que sí hay esperanza, que mientras existan guardacuencas que recorran los bosques y biólogos que escuchen las señales del monte, seguiremos encontrando maravillas.

    Imagen de abeja al lado de una mata

    Fotografía Fundación Milenaria

    Allá sigue, hermosa, libre, revoloteando entre flores que le hablan en su idioma. Y nosotros, aquí abajo, seguiremos caminando con los ojos abiertos y el corazón dispuesto, porque proteger la vida también es dejarnos sorprender por ella.


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