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El cuerpo de Odie ya no es el mismo que entró por primera vez al Centro de Bienestar Animal La Perla hace casi una década. Hoy está más redondo, más canoso y más lento. Pero también más sabio, más tierno y mucho más confiado. A sus 12 años, este perrito de pelaje cenizo con orejas y trompa negras, bautizado en honor al personaje de Garfield por su nobleza y su alegría discreta, aún no conoce el calor de un hogar; Lo que sí ha conocido, en cambio, es la paciencia.
Odie llegó a La Perla el 27 de octubre de 2015. Tenía dos años aproximadamente. La Policía Ambiental lo encontró deambulando por las vías del metro, con el cuerpo delgado, laceraciones en la pata delantera, infestado de pulgas y garrapatas y con la mirada baja, como quien no espera mucho del mundo. Era un perro tímido, desconfiado e invisible para la ciudad. Allí, en este que es el centro público de atención animal más grande del país que administra la Alcaldía de Medellín, no solo lo acogieron, sino que lo sostuvieron y le cambiaron la vida.
Fue esterilizado dos meses después de su ingreso y desde entonces ha recibido cada tratamiento, control y caricia. A lo largo de los años enfrentó signos respiratorios, dermatitis, una intervención periodontal y una otitis alérgica, pero siempre respondió con buena evolución. Hoy, más allá de una enfermedad osteoarticular, propia de su edad, Odie está sano. Recibe tratamiento para proteger sus articulaciones y necesita que le limpien los oídos al menos tres veces por semana. Cuando sabe que es momento del tratamiento, se adelanta a la puerta, como si supiera que del otro lado lo espera no solo alivio, sino cariño.
Ese cariño tiene nombre: María Fernanda. Es la auxiliar veterinaria que lo ha acompañado en su rutina médica, pero también en su transformación emocional. Odie ya no es el perro tímido que llegó. Ahora convive sin problema con otros caninos del Bloque A, el hogar de los perros geriatras de La Perla. Es sociable con niños y adultos durante los eventos, le gusta que le acaricien la pancita, le encantan los cábanos y, aunque a primera vista parece serio, es un perro dulce y fotogénico que sabe robarse las miradas.
Su cuerpo envejeció, sí. Pero su espíritu no se ha ido a ningún lado. Odie sigue activo, atento y listo para ser recibido en un hogar. Ha aprendido a confiar. Y aunque nunca ha tenido una familia, está preparado para tener una. Quizás por eso su historia duele un poco más: porque no es un perro roto, enfermo o agresivo. Es, simplemente, un perro mayor. Y eso, en un mundo que prefiere cachorros pequeños, parece ser su única condena.
Adoptar un canino geriatra como Odie no es un acto de compasión, es un privilegio. Estos perros tienen el carácter definido, se adaptan con facilidad, no requieren paseos largos, pero sí ejercicio moderado y aprenden rápido. Son inteligentes, tranquilos y agradecidos. No hay que enseñarles desde cero: ya saben. Y sobre todo, ya han esperado demasiado.
En el Centro de Bienestar Animal La Perla, hay hoy 87 animales que llevan más de 10 años esperando un hogar, una familia, así como Odie. Y otros 680 que han permanecido entre 5 y 10 años, viendo pasar las familias, las cámaras y las campañas, pero no la oportunidad de ser adoptados. No son invisibles. Solo necesitan que alguien los vea con otros ojos.
Este mes se celebró en Colombia el Día del Perro, una fecha para recordar por qué, desde hace miles de años, este animal se ganó el título de mejor amigo del hombre. La ciencia ha demostrado que estos peludos no solo reconocen nuestras emociones, sino que también las acompañan
Su vínculo con los humanos comenzó hace miles de años, cuando empezaron a caminar junto a nosotros no por obligación, sino por lealtad. Han sido compañeros de caza, guardianes del fuego, cuidadores de niños, rescatistas en emergencias y ahora, más que nunca, hacen parte de las familias. Adoptar a un perro como Odie no es solo ofrecerle un hogar: es devolverle al amor su lugar en el mundo.
Odie está listo. Su historia está viva. Solo falta que alguien, por fin, le diga: “vámonos a casa”.