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Imagen Javier Enrique Moreno con caja de plantas

La historia del jardinero que ha sembrado cerca de 6000 árboles en Medellín

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Secretaría de Medio Ambiente
Por: Texto y fotos: Hernán Muñoz - Secretaría de Medio Ambiente - Editor: Juan Carlos Valencia Gil |

A las 3:30 de la madrugada, cuando Medellín apenas bosteza y la ciudad duerme bajo el arrullo de los cerros, Javier Enrique Moreno ya está de pie. Su jornada comienza e...

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  • A las 3:30 de la madrugada, cuando Medellín apenas bosteza y la ciudad duerme bajo el arrullo de los cerros, Javier Enrique Moreno ya está de pie. Su jornada comienza en silencio, como comienzan las raíces: debajo de la superficie. Prepara su mochila y se pone su gorra, la misma que lo protege del sol; se despide de sus tres hijos y sale rumbo al cerro Medellín, su segundo hogar.

    Tiene 38 años, raíces en el Chocó y un amor inquebrantable por la tierra que le fue sembrado por sus ancestros. Hace tres años llegó a Medellín en busca de una oportunidad y la encontró entre árboles, palas y montañas. Hoy es cuadrillero de la Alcaldía de Medellín, a través del Jardín Botánico; líder de uno de los grupos de trabajo que hacen posible que esta ciudad respire y florezca, incluso en los sitios más insospechados.

    Imagen Javier Enrique Moreno

    En la base militar del cerro Medellín, donde se alza el Bosque de los Héroes, hay un terreno que Javier conoce perfectamente. Podría caminarlo con los ojos cerrados y aun así saber exactamente dónde crece el guayacán, en qué rincón está el tachuelo y cuál es la ceiba que plantó hace seis meses con sus propias manos. Cada espacio tiene una historia, una memoria y un vínculo.

    La mujer que lloró

    Es uno de los jardineros más queridos. A los interesados en sembrar los recibe con alegría, los orienta y los acompaña en su actividad. No importa si son expertos o novatos. Para él, sembrar no es una técnica; es una experiencia que se siente en el pecho. “Estoy muy contento porque esta es mi pasión”, dice, con una sonrisa franca que se amplifica cuando los ciudadanos llegan al terreno.

    Imagen sembrando planta

    Recuerda que una vez una mujer llegó con una pequeña planta en sus manos. Cuando la sembró, rompió en llanto: “Era su forma de despedirse de su tío, que había muerto esa semana”. Para ella, esa planta era más que una semilla: era una conexión entre la muerte y la vida, entre el adiós y la permanencia. Javier la acompañó en silencio, con el respeto que merece el dolor y con la certeza de que la tierra también consuela.

    En dos años ha acompañado la siembra de más de 25 000 árboles, pero sus manos han plantado cerca de 6000. Se emociona cuando habla del guayacán amarillo, del balso, de la ceiba: “Son plantas que dan una felicidad cuando uno pasa durante seis meses y ve lo que uno sembró. Es algo que no tiene explicación”.

    Javier no solo planta; también cuida, protege y educa. Conoce cada especie por su nombre, sabe sus propiedades, su poder sanador y su fragilidad. Durante la entrevista mencionó algunas como el cedro, roble, nogal, camargo, escobo, quimulá, frutillo, balso, guayaba dulce y quiebrabarriga. Les habla como si fueran hijas suyas y dice que le duele cuando alguna es maltratada: “Me sucedió que una vez me dañaron unas plantas y a mí se me salieron las lágrimas. Eran plantas que hacía ocho meses había sembrado. Gente que no le gusta la naturaleza y eso me causó mucho daño”.

    Imagen Javier Enrique Moreno sembrando

    Una declaración de amor

    Como cuadrillero ha coordinado hasta 600 personas en una sola jornada de siembra, pero lo más admirable no es el número, sino la dedicación. Siempre es el último en salir del terreno. Se asegura de que todo quede bien, que cada planta tenga el espacio y el cuidado que necesita para crecer.

    Javier no trabaja para sí mismo; su mirada siempre está puesta en los demás. En sus hijos, en los ciudadanos que confían en él, en la ciudad que lo acogió: “Que le cojan amor a la naturaleza, que eso es lo que les va a quedar a nuestros hijos”.

    Brotes de plantas

    Él representa la esencia de la Alcaldía de la Gente: la que escucha, la que acompaña, la que siembra con manos sencillas, pero con propósito profundo. Porque cuidar la naturaleza no es un acto decorativo; es una declaración de amor por lo que somos y por lo que vendrá.

    Cuando alguien llega al cerro Medellín a sembrar un árbol, Javier lo recibe como quien abre la puerta de su casa. Y cuando se va, él se queda, vigilante y atento como un guardián silencioso de los sueños verdes de esta ciudad.


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