Living en Las Vegas

En el sector Las Vegas, en El Picacho, el sol entra a chorros desde las seis de la mañana, pero no golpea tan fuerte a los habitantes de ese pedazo de ciudad, porque el viento que se forma en el cerro lo amortigua entre árboles y peñas. Por eso, durante cualquier mes del año, los abuelos pueden salir a asolearse en el parque y los niños, si quieren pueden elevar cometas que, en medio del cielo azul, parecen bailarinas de papel sacadas de un cuento de hadas.

Ese barrio, como tantos otros en esa zona del noroccidente de Medellín, se fundó en los lejanos años ochenta del siglo pasado, a través de bingos, convites, bailes y ventas de empanadas. En esos tiempos, lo único que importaba era el agua, y el techo, pero desde 1998, cuando Gladys Ararat y otras personas de la comunidad fundaron la junta de acción comunal, les importan muchas otras cosas.

Otra lideresa consumada de ese empinado barrio, Yersenia Serna González, cuenta que llegó hace 23 años a la zona, desde Frontino, y que de inmediato, conmovida por las necesidades de sus nuevos vecinos, comenzó a gestionar ayudas, recolectando firmas y tocando puertas hasta el cansancio.

“Luis Carlos Piedrahita era el presidente de la Junta cuando yo llegué. Él me invitó a participar, a trabajar, y yo acepté”, cuenta la joven, quien está a punto de graduarse en Gestión de Servicios Recreativos, estudio que le servirá para lo que más le gusta, garantizarles una vida digna a los niños y adultos mayores de su comunidad.

“Creo que para eso sirve la participación ciudadana, para empoderarse, para sentirse parte de algo, para ayudar a los demás”, señala Yersenia, promotora de varias obras y acciones cívicas a través del presupuesto participativo.

“Con esa herramienta hicimos el parque y un puente sobre una quebrada. También hemos traído mucha dicha a los adultos mayores con tertulias, tardes de tejedores y gimnasia al aire libre”, destaca.

En todos esos asuntos, la Secretaría de Participación Ciudadana ha sido una aliada incondicional, y más para ella, que no para nunca de tocar puertas y buscar ayudas.

“Nos apoyan mucho en formación y en acompañamiento, sobre todo con los gestores territoriales, lo único que me gustaría es que los dejaran más tiempo, porque llegan unos que son geniales, que son muy comprometidos, y a uno le da pesar que se vayan tan rápido”, expresa no sólo la vecina de Las Vegas, sino también una mujer que es madre, esposa y estudiante.

“A veces pienso que también hago lo que hago por ellos, para que tengan un futuro mejor, y para que aprendan que, para que una democracia funcione, es importante participar, hacerse cargo de los problemas y ser solidarios con los demás”, anota la lideresa de El Picacho, cuyos días transcurren en un constante ir y venir por esas calles pequeñas y estrechas, en las cuales se configura la vida de más de cuatro mil personas de todas las procedencias posibles.

Y ahí, bajo la tutela del cerro, los habitantes de Las Vegas disfrutan sus vidas, gozando con un paisaje inigualable, uno que les da esperanza de un futuro cada vez más digno, más maravilloso.