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En el corregimiento Santa Elena de Medellín, silleteritas como María Paz y Alaia Zapata nacen y se hacen, al heredar una tradición que aprenden a preservar con orgullo...
En el corregimiento Santa Elena de Medellín, silleteritas como María Paz y Alaia Zapata nacen y se hacen, al heredar una tradición que aprenden a preservar con orgullo.
No solo de agua viven las flores. Necesitan sol, una tierra abonada, mucho amor y tiempo de calidad, para empezar. “Cultivarlas es difícil pero no imposible”, apunta Johana Zapata, la mamá de María Paz y de Alaia. Sin duda, cualquier parecido con la crianza de las niñas y de los niños no es ninguna coincidencia. En general, los seres vivos necesitan estos ingredientes para crecer y prosperar.
Alaia a sus 11 años tiene igual número de participaciones en el Desfile de Silleteritos de Santa Elena y es egresada del Centro Infantil Buen Comienzo El Placer, con tránsito armonioso a la educación escolar en la vereda El Perico donde cursa quinto de primaria. María Paz recorre un camino similar al de su hermana: con dos años cumplidos lleva dos participaciones en el desfile y uno recibiendo la atención integral en la misma sede de Buen Comienzo en Santa Elena.
Johana sonríe pensativa y dice que le gusta hablar de sus hijas tanto como de las flores. En su condición de nieta, hija y sobrina de silleteros, y ahora mamá de silleteritas, conoce con lujo de detalles los cuidados necesarios para lograr la belleza y majestuosidad que parten de Santa Elena hacia Medellín y de Medellín para admiración del mundo entero año tras año. “Para hacer una silleta se aprende viendo, escuchando, ayudando y haciendo. Yo aprendí de mis ancestros ese entusiasmo, esa emoción de nuestra tradición”, puntualiza.
La oralidad, tanto como la experiencia, cobra especial importancia en el cultivo de la tradición silletera. Escuchar las historias de los abuelos, padres y tíos, como cuenta Johana, alimenta el deseo genuino por avanzar en hombros de grandes, y el interés por descubrir el conocimiento que por tantos años se ha generado alrededor de las flores.
Esta fuente natural de aprendizaje se refuerza desde Buen Comienzo a través de estrategias pedagógicas como ´Huellas de encantamiento´, una iniciativa que lleva a las niñas y niños del juego al huerto para “promover experiencias con el mundo natural”, según explica la coordinadora del Centro Infantil Buen Comienzo El Placer en Santa Elena, Claudia Henao.
Este año además, la preparación para el Desfile de Silleteritos que ya tuvo lugar, se hizo de manera articulada con las familias silleteras, prestas a apoyar a los 40 niñas y niños que participaron. En esos días previos las familias asistieron a jornadas de sensibilización y prepararon en conjunto un mensaje para subrayar que con el cuerpo de las niñas y de los niños nadie se mete.
La tradición silletera implica una participación activa desde la temprana edad. Las niñas y los niños viven la oportunidad de elaborar las silletas o participar en la decoración floral de sus triciclos, como hizo María Paz Zapata. Se trata de un trabajo laborioso y planeado en el que se precisan buenas decisiones para lograr el efecto esperado. “Todas las flores son para toda ocasión, pero no todas funcionan igual en todo tipo de silletas. Por ejemplo nuestra flor más común en Santa Elena es la astromelia pero esa es difícil que pegue. Cuando las niñas eligen la figura que desean, pensamos cuáles flores son las más convenientes. Para los muñecos se usa vira-vira y las delineaciones se hacen con araucaria. Luego se decora con una alegre, como la gérbera”.

El efecto esperado por los silleteritos -y los silleteros- luego de exhibir con orgullo sus flores es simple y poderosamente gratificante: el apoyo del público con su presencia y la admiración que se expresa con aplausos y con la sonora solicitud que se respeta y acoge: ¡¡¡vuelta, vuelta, vueltaaaa!!! Es tan emocionante escuchar de tantas personas a lo largo del recorrido esta petición como ver a cada silleterito complacer a sus admiradores girando con gusto y no con poco esfuerzo.
Sin duda desde sus primeros pasos en la vida y en el desfile, las niñas y los niños absorben como esponjas el apoyo de quienes admiran la belleza de las flores y les muestran con ejemplo cómo cultivarlas con esmero y dedicación.

Johana Zapata lo tiene más que claro. En su día a día pone en práctica cada lección sabia que ha recibido desde que era niña sobre el cuidado, donde la base constante es el amor y no duda en compartirlas sin mayor misterio: “Yo todos los días les digo, ¡ay pero como amanecieron de bonitas, pero miren qué hermosas están!…”. Y la escuchan sus hijas. Y también sus flores.