Wilson Gómez, el hombre que en Medellín convirtió el reciclaje en sustento y en ejemplo

En sus manos curtidas por los años y el trabajo, Wilson Gómez sostiene la vida misma. “Primero, el reciclaje me sostuvo a mí; después, yo sostuve a mi familia”, dice con una sonrisa tímida, recordando cómo el oficio le devolvió las ganas de seguir con propósito y lo convirtió en maestro de un arte que Medellín sostiene en silencio a la ciudad entera.

Wilson tiene 63 años y una memoria prodigiosa para los barrios que ha recorrido. “Yo me los conozco todos reciclando: Envigado, El Poblado, Belén, Copacabana y el Centro de Medellín. Eso lo conoce uno con la carreta”. Sus cuatro hijos y, tres más que no alcanzaron a conocerlo, saben que su padre nunca dejó de trabajar, e incluso cuando la vida parecía derrumbarse. Hoy vive en el barrio Caicedo, en la comuna 8, y cada madrugada sale con el uniforme de su cooperativa, guantes rojos y la convicción de que el reciclaje es más que un oficio, es una forma de vida.

Mientras empuja su carreta, Wilson reflexiona sobre la materia prima que rescata de la basura: “Estamos dando ejemplo a la nueva juventud, porque esto es una materia prima para sobrevivir. El reciclaje no es basura, es vida”. A veces, su voz se quiebra del cansancio, pero se enciende cuando lanza un mensaje que repite como un mantra: “La gente debe tener conciencia: que no revuelvan el reciclaje con la comida ni las botellitas con basura. Eso nos lesiona a nosotros, nos toca dañar todas las bolsas para rescatar lo que sirve”. 

Como Wilson, más de 5000 recicladores y recicladoras recorren Medellín todos los días. Gracias a ellos, la ciudad aprovecha anualmente más de 100 000 toneladas de material reciclable, que de otro modo habrían terminado en los rellenos sanitarios. Es un trabajo silencioso, pero poderoso: transforma desechos en recursos y cuida el planeta desde las calles, los andenes y las plazas de mercado.

El apoyo de la Alcaldía 

La Administración Distrital de Medellín, por intermedio de la Secretaría de Medio Ambiente reconoce ese esfuerzo y lo acompaña con formación, apoyando la certificación de competencias laborales en articulación con el SENA y facilitando proyectos productivos. Además, varias organizaciones se benefician con comodatos para el uso de inmuebles, lo que ha representado ahorros cercanos a $216 millones anuales en sus operaciones. Son pasos que fortalecen un oficio que históricamente ha sido vulnerable, pero que hoy se reivindica como parte esencial de la economía circular.

Al clasificar los residuos en su origen, permitimos que el vidrio, el cartón, el papel, el plástico y los metales, se reintroduzcan en la cadena de producción, evitando que se conviertan en basura y dándoles un nuevo ciclo de vida.

Por eso Wilson insiste en que el cambio comienza en los hogares “que separen, que nos ayuden. Si las botellas vienen sucias, nos toca romper todo y eso es el trabajo más duro y hasta peligroso. El reciclaje es para todos, no solo para nosotros”.

La historia de Wilson es la historia de miles. Sus pasos marcan las calles y su carreta va dejando un rastro invisible de cuidado ambiental. Lo que para algunos es basura, para él es sustento, familia y oportunidad. En cada botella que recoge y en cada bolsa que revisa, hay una lección que Medellín comienza a reconocer: el reciclaje es un trabajo esencial para la vida urbana.

Wilson lo resume con palabras sencillas: “Gracias a Dios, con el reciclaje estamos dando ejemplo. Esto es lo que nos ha permitido vivir y lo que le dejamos a la ciudad”.