Ambientes protectores para la niñez y la adolescencia
Boletín Grupo de Puericultura de la Universidad de Antioquia
Crianza humanizada, año 2013.
Un ambiente protector es aquel en el cual los niños, niñas y adolescentes adquieren las mejores herramientas posibles para la construcción de su vida, disfrutando de oportunidades para desarrollar su capacidad individual en un entorno seguro y propicio. Para Unicef, un ambiente protector es un espacio seguro de participación, expresión y desarrollo.
Además, el término opuesto, ambientes no protectores, hace pensar en que desde el maltrato (negligencia, castigos físicos y otros abusos), a los cuales muchos niños, niñas y adolescentes son sometidos, se abre la posibilidad de un ser que tendrá dificultades en la vida para reconocerse como individuo digno sujeto de derechos, que se respete y respete a los demás
Por todo esto, la familia tiene la más importante de las funciones: proteger, formar y preparar para que en la niñez y la adolescencia se desarrollen las cualidades, capacidades, atributos, destrezas y habilidades necesarias para la vivencia y la sobrevivencia.
Un ambiente protector en la familia se genera:
Con la alimentación materna como actitud protectora inicial. Vale la pena recordar lo que plantea el Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva de la Secretaría de Salud: El acto de amamantar crea un vínculo entre la madre y su bebé, que mejora el desarrollo y autoestima en la infancia y la adolescencia.
Con la educación en valores y factores de protección siendo soporte, entendido este como una actitud de vida que debe acompañar y ser un referente continúo de conductas y comportamientos de protección.
Con la promoción de competencias sociales en todos los miembros de la familia. Con la transmisión y construcción de normas, de límites y todo lo que tiene que ver con la crianza que sea entendida y practicada desde la comunicación afectiva y asertiva.
Al entender que en cada momento del desarrollo cada ser humano tiene sus gustos, preferencias, logros y frustraciones, y que esos momentos se viven con alegrías y tristezas que se deben entender y aprender a manejar.
Al comprender el mundo de los niños, niñas y adolescentes como un mundo de imaginación y creatividad sin límites, que escapa muchas veces a la comprensión de los adultos, lo cual ayuda enormemente a orientarlos y mostrarles la realidad, sin entrar en juicios o agresividades innecesarias que son, siempre, dañinas.