La Secretaría de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos de Medellín continúa su trabajo de resocialización de habitantes de calle. Gracias a esta labor, muchos de ellos han vuelto a encontrar una esperanza y una nueva oportunidad para rehacer sus vidas. 

 “No, mijo. Imagínese, uno bien acomodado, con trabajo y una familia por la cual trabajar, y que lleguen unos bandidos y le digan a uno que tiene que irse o sino lo matamos. La depresión es muy grande y la tristeza infinita y, por eso, uno toma decisiones que se le tiran a uno la vida y, por eso, caí en la droga, un abismo muy profundo en el cual duré 12 años, sin ayuda, sin familia, sin amigos…sin nada…solo vicio”, cuenta Elkin.

Allá, en Ituango (Antioquia), en la margen derecha de la cordillera Occidental, en medio de una abrupta topografía en donde el café, el maíz, la caña de azúcar y el fríjol nacen entre las montañas, Elkin Alberto Higuita, un campesino común y corriente -como él mismo se define- vivía sin preocupaciones hasta el día en que le dijeron que, o se iba o tenía que irse de este mundo.

Y dejó su terruño. Decidió venirse para Medellín: una ciudad, para él, gigante; sin prepararse y sin poder enfrentar una urbe rodeada de montañas y sembrada de edificios en donde los productos naturales no salían de la tierra sino de los supermercados o almacenes de cadena. Sin nadie a quién acudir y con infinitas limitaciones para sortear este nuevo reto encontró “amigos del vicio” que lo llevaron por ese camino que comenzó en 2008 y que lo convirtió, durante más de una década, en un habitante de calle, en donde las oportunidades parecían esfumarse y la esperanza -que dicen, nunca se pierde- resultaba cada día más lejana.

Esa luz de color verde esperanza, como el ave fénix, apareció, cuando funcionarios de la Secretaría de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos de la Alcaldía de Medellín llegaron y le dijeron que si quería resocializarse, volver a ser ese campesino, trabajador y honrado del cual su familia algún día se había sentido orgullosa. La respuesta no tuvo dudas ni por un segundo. Era ése rayo de luz que anhelaba y lo único que no había podido arrebatarle la droga. ¡Y aceptó!

Hoy, Elkin Alberto, al igual que 101 compañeros más, está en una granja en el Municipio de Barbosa, en donde recibe atención psicosocial, formación académica en artes, oficios y habilidades para la vida dictados por el Sena.

“Me siento muy contento de estar haciendo este proceso, porque mi vida está dando un giro muy grande, y le doy gracias a Dios porque por la voluntad de Él y el apoyo de la Alcaldía hoy estoy acá aprendiendo desde lo espiritual y lo material. Aquí tengo muchas oportunidades y nos traen muchos cursos para nuestro crecimiento personal. Hoy siento que tengo y puedo tener un futuro mejor”, dice.

La oscuridad en la vida de este campesino ya no es tan profunda porque gracias a los nuevos aprendizajes se fortalece como ser humano y podrá acceder a la empleabilidad que le permita trazarse un proyecto de vida y aportar a la construcción de una ciudad

“Invito a todas esas personas que están en el mundo de la droga, para que replanteen su proyecto de vida, que lo piensen y lo hagan. Uno tiene que creer en un ser superior para poder tener un cambio de vida”, expresa.

“Las estrellas están ahí, sólo debes mirarlas”, decía el cantante de la agrupación Nirvana, Kurt Cobain. Elkin ya no solo las ve, sino que también podrá alcanzarlas.