La juntanza de mujeres rurales de Altavista mejora su seguridad alimentaria

Desde 2008, en cumplimiento de una resolución emitida por la Asamblea General de Naciones Unidas, la Alcaldía de Medellín conmemora el Día Internacional de las Mujeres Rurales para reconocer su contribución decisiva en la promoción del desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza en sus territorios.

En la vereda Buga, sector Patio Bonito, corregimiento de Altavista en Medellín, vive una mujer de 51 años que ha liderado procesos de juntanza -como ella los llama- que han propiciado la mejora de la seguridad alimentaria de la zona, mediante la implementación de huertas caseras en canastos o espacios reducidos.

Ella es Marisol Zapata Garcés, ama de casa y bachiller, madre de tres hijas quien hizo parte de las 220 a las que la Alcaldía de Medellín les conmemoró recientemente el Día Internacional de las Mujeres Rurales en el Parque Norte de la ciudad. “Siento que esto fue un reconocimiento a las mujeres campesinas, que día a día se levantan a sembrar la tierra, a cuidar el agua y las especies nativas que están en los corregimientos y veredas, porque nosotras somos cuidadoras de semillas”. 

Es una mujer activa en pro de los intereses de sus congéneres de ese pedacito de cielo en donde vive, por eso, entre varias actividades que despliega, hace parte de la mesa campesina del corregimiento y del grupo de huertas familiares de las mujeres de Medellín.

Las huertas

El proyecto de las huertas le apasiona, le ha dado reconocimiento y a través de este, se ha ayudado a decenas de familias en la zona, por lo que espera se siga implementando para afianzar la seguridad alimentaria de las personas.

“Me encanta lo que estamos haciendo y espero seguirlo haciendo. En la escuela presbítero Carlos Mesa Sánchez de mi vereda, tenemos la huerta escolar con el apoyo de algunas madres, con sus niños y niñas, además de las profesoras. Es una huerta ecológica, de producción limpia, amigable con el medio ambiente; porque todo lo que producimos es orgánico y es para la soberanía alimentaria de nuestras mujeres e hijos. A mí me encanta eso y quiero que siga y que nos apoyen mucho”, nos dice con firmeza y orgullo por lo que ha hecho.

Esta labor fue notoria durante el encierro que hubo por la pandemia, viendo el desempleo que había y al saber que muchas mujeres no tenían alimentos para consumir, se dio a la tarea de liderar el proceso de mejorar las condiciones alimentarias, entonces apeló a la solidaridad de los habitantes de la zona y logró que las mujeres que tenían la posibilidad de la huerta, compartieran lo producido con las demás, para ayudarles a sortear la situación.

La visión de Marisol fue más allá, porque se dio cuenta de que podía hacer más por su comunidad. “Me empeñé en gestionar que a esas mujeres también se les llevara el programa de las huertas familiares, porque estaba la dificultad de que quienes no tenían un lote o algo no sembraban, pero cuando conocieron la posibilidad de que también se podía cultivar en canastas o espacios reducidos, el cambio se vio”.

Empezaron a surgir los tomates, las cebollas o las acelgas, propiciando un alivio en la canasta familiar o el hecho de que ya se pudieran preparar cosas como ensaladas cosechadas por ellas mismas, que antes no tenían como adquirir por falta de dinero.

La multiplicación de las huertas

La idea ha sido tan positiva, que en las cuatro grandes microcuencas que hay en el corregimiento Altavista, el programa se ha ido replicando y más o menos unas 300 familias -según ella- están cubiertas con este proyecto, que aclara, no es un emprendimiento, sino una estrategia para generar seguridad alimentaria a la gente de su territorio.

De la Alcaldía de Medellín han recibido apoyo con diferentes secretarías en insumos agrícolas, semillas, plántulas, asistencia técnica, capacitación en huertas, en derechos humanos de las mujeres, en temas sexuales y reproductivos, en asuntos nutricionales y en cómo hacer una buena variedad de alimentos.

Ella solo espera que todos estos proyectos se hagan más visibles para que más personas los conozcan y los pongan en marcha, que les enseñen a producir a escala a quienes tienen predios, quiere seguir contando con el apoyo de la Administración Municipal y que las capaciten en cómo darles un valor agregado a sus productos y en cómo comercializarlos “para que así las mujeres tengan más visión y ganas de producir”.

Juntanzas para una mayor autonomía

Marisol es optimista frente a lo que viene y solo espera que haya más unión entre las mujeres para salir adelante. “A todas en general les digo que nosotras tenemos esa capacidad de emprender y hacer muchas cosas, de buscar nuestra propia autonomía, tanto económica como en el tema de los alimentos; somos capaces, somos muy resilientes y lo podemos hacer. No nos desilusionemos, sigamos   intentando y luchando, pero ante todo aprendamos a hacer ‘juntanzas’ entre mujeres; juntas podemos lograr muchas cosas”, resalta emocionada.

La Ruta de Autonomía Económica

La Secretaría de las Mujeres también apoya a quienes habitan en nuestras zonas rurales, a través de la Ruta de Autonomía Económica que comprende la potenciación de capacidades y empleabilidad, lo que ha beneficiado a 197 mujeres de los cinco corregimientos con capacitaciones en temas de emprendimiento, electricidad y cocina básica.