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El niño que mira las nubes

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Foto: El niño que mira las nubes. Fotógrafo: Foto Marcos Bermúdez 2022-05-31 El niño que mira las nubes Por: Mauricio López La Alcaldía de Medellín, en 2021, dismi...

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  • Foto: El niño que mira las nubes.

    Fotógrafo: Foto Marcos Bermúdez

    2022-05-31

    El niño que mira las nubes

    Por: Mauricio López

    La Alcaldía de Medellín, en 2021, disminuyó en un 97 % las condiciones de vulnerabilidad de 15.504 niñas, niños y adolescentes atendidos en prevención de riesgos y acompañamiento psicosocial.  

    Sí. Fue un niño de la calle, uno que pudo haberse perdido en la oscuridad y hoy le gusta mirar al cielo. 

    Jaime de Jesús Paniagua Fernández encuentra sosiego al observar las nubes, descubrir las imágenes que forman y disfrutar del vaporoso paisaje que pasa por el firmamento. Tiene 19 años y una vida de muchos retos. Quiere ser médico o sicólogo, y piensa, también, en abrir un emprendimiento artístico y formar una familia, porque siempre, desde pequeño, la anhela. 

    Sabe pintar, tocar guitarra y hasta compone letras hip hop. Su coeficiente intelectual es de 115, un nivel muy alto. 

    “Mi vida de niño no fue fácil, pero parte de mi recuperación se debe a que he aprendido a aceptarla, a llevar ese peso y a perdonar a los que me hicieron daño”, cuenta tras un largo proceso con el Instituto de Bienestar Familiar y el Hogar Amarás. Ahora vive con una familia sustituta, en espera de poder estudiar para independizarse y hacer su propia vida. 

    Sus padres bilógicos consumían alucinógenos y no lo trataban con cuidado y amor. Tanto él, como sus hermanos, siempre estuvieron expuestos a circunstancias de abuso, irrespeto y soledad y, finalmente, todos quedaron en situación de calle. 

    “Quiero ser médico y especializarme en Psiquiatría. Me gustaría ayudar a niños, niñas y adolescentes. La gente no sabe lo difícil que son estas etapas y, a veces, los más pequeños no tienen el mejor acompañamiento para superarlas”, precisa. 

    En Hogar Amarás sintió que su vida comenzaba de nuevo y que ese pasado sombrío era solo parte de una terrible pesadilla. Allí encontró amigos y muchos profesionales que siempre estuvieron atentos a sus preocupaciones, a sus dudas, a sus temores. Aprendió manualidades, a trabajar el campo y a tener disciplina. Leyó mucho y conoció las historias de otros niños, quienes como él, pasaron por verdaderos infiernos. 

    “Quizás, por eso, miro mucho las nubes, porque en Amarás aprendí a soñar y, había tanto campo, tanto aire limpio que era hermoso tirarse en el pasto a observar el cielo”, explica. 

    Ahora, pasa los días ayudándole a Natalia, su madre sustituta, con las labores del hogar y con el cuidado de su hermanastro, un pequeño de apenas cinco años a quien le gusta jugar a los zombis. 

    “Él se la pasa conmigo jugando a los zombis, o a los héroes, o a los carritos. A mí me ayuda porque me desestresa. Algún día tendré mi propia familia, viviré en el campo y seré muy feliz”, asegura Jaime, agradecido, feliz por su sueño, y por la semilla sembrada en su corazón.

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