Cada vez son más las ecohuertas urbanas que surgen en medio del cemento de la ciudad, lo que contribuye con la seguridad alimentaria de quienes viven en distintos barrios de Medellín.

El lugar empezó a llenarse de limoncillo, pronto alivio, yerbabuena, albahaca de clavos y canela de la normal; una mata que se llama penicilina, ruda de Castilla, ruda rosa amarilla, rosa roja y otras más.

“Me ha ido muy bien con las huertas, hemos ido a todas las charlas y nos encanta”, dice con orgullo Gloria Amparo Ladino, quien tiene una ecohuerta en el barrio Los Cerros, en Buenos Aires, en el oriente de la ciudad.

Con su hija, Sandra Patricia Ríos Ladino, no se cambian por nadie trabajando ese pedacito de tierra que les da bienestar en su hogar y que trae también beneficio para la comunidad.

“Esto me sirve, esto lo relaja mucho a uno. Todos los días mi oficio es levantarme, ir a saludar las matas y limpiarlas. Uno se mete ahí, saca las hierbitas. Sirve hasta de terapia”, dice. 

Del programa de ecohuertas se enteró por su trabajo en la Mesa Ambiental de la comuna 9 y como buena defensora de todo lo relacionado con el medio ambiente.

Vive pendiente de que se mantenga la limpieza en el manejo de las basuras, de que se cuide a todos los animalitos, y no permite que se les haga daño a las zarigüeyas o a las iguanas. Protegerlos y cuidar el medio ambiente es su pasión.

Su voz cambia y se vuelve más jocosa al hablar de lo bien que la hacen sentir sus vecinos con su ecohuerta: “Cuando la gente viene, me la admiran mucho y llevan de acá, porque esto es para la comunidad”. En la pandemia, la gente llevó mucho limoncillo, yerbabuena y albahaca para sus bebidas curativas.

Es que la gracia de la ecohuerta está en que tiene un sentido comunitario: “Uno tiene que colaborarle a la comunidad y más a los vecinos de por aquí, que son tan queridos”.

Gloria Amparo vive feliz y tranquila en este barrio.  Allí disfruta de su pensión, de su familia, de su huerta, de ayudar a sus vecinos.

Lentamente, la noche va dando paso a otro día y con la llegada del amanecer, Gloria Amparo y Sandra saben que tienen una cita inaplazable con ese pedacito de tierra sembrado en su casa y con la esperanza de seguir cosechando alegrías y plantando semillas de vida y bienestar para su hogar y para la gente.