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En San Antonio de Prado una granja produce alimentos y enseñanzas para la vida

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En el 2020, en el sector El Tirol, en el corregimiento San Cristóbal, la Alcaldía de Medellín puso en funcionamiento la primera parcela demostrativa que forma parte de...

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  • En el 2020, en el sector El Tirol, en el corregimiento San Cristóbal, la Alcaldía de Medellín puso en funcionamiento la primera parcela demostrativa que forma parte del Centro Zonal de Seguridad Alimentaria, para beneficio de unos 200 hogares y 20 instituciones que recibieron semillas y más de 8.000 plántulas de diversas especies vegetales. Estas personas aprendieron a cosechar en sus parcelas diferentes productos para su consumo, mejorando sus estándares de alimentación, con ahorros en dinero y con aprendizajes útiles para la vida misma.

    Recientemente, la Secretaría de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos de Medellín puso en funcionamiento la segunda de estas parcelas, ubicada en el colegio San José Obrero, en el corregimiento San Antonio de Prado. De esta manera, se implementa allí, este programa de seguridad alimentaria que beneficiará a 200 familias vinculadas a la estrategia Huertas para el autoconsumo, así como a productores locales, tenderos, instituciones educativas y colectivos comunitarios del territorio.

    Una granja para la enseñanza

    Andrés Alarcón Domínguez es médico veterinario de la Universidad de Antioquia y especialista en Gerencia Integral, es el coordinador del Proyecto de Mejoramiento del Sistema Agroalimentario para la ciudad y está vinculado hace cinco años con la Alcaldía de Medellín al frente de esta estrategia, donde trabaja con otros dos profesionales a su cargo y tres agricultores, que se reparten las labores entre las dos parcelas, para cumplir con las metas propuestas.

    Esto es una parcela demostrativa para la comunidad donde desarrollamos todos los procesos de sostenibilidad de la huerta, incluyendo la producción de abonos y semillas. Buscamos que la gente conozca cómo hacer huertas para el autoconsumo en un espacio que funcione a la perfección, para que las familias vean de primera mano el proceso”.

    Conoce cuáles son las principales características de la agricultura sostenible.

    Esta es una oferta institucional que hace parte del Centro Zonal en Seguridad Alimentaria que contiene cinco proyectos, y este -el de la parcela- es el más grande y el que más impacta positivamente a la ciudadanía “y apenas lo echamos a andar porque por la pandemia no se podía llevar usuarios”. 

    Las familias reciben insumos y capacitación

    A las familias se les entrega plántulas, semillas, abonos, productos para el control de plagas y lo más importante: se les enseña todo el proceso. El recorrido por la granja y la capacitación incluye refrigerio, transporte, profesionales que las orientan frente al proceso y les cuentan de la oferta de los proyectos del equipo de seguridad alimentaria que tiene la Alcaldía de Medellín.

    Cada semana se tiene programada la recepción de usuarios en ambas parcelas, siendo la prioridad las familias vulnerables caracterizadas en el proyecto de Huertas para el Autoconsumo. En caso de que haya otras personas que quieran saber lo que allí se hace, se contactan con ellas y se organiza la visita.

    Las especies nativas son la prioridad

    “Medellín está liderando el proceso de las semillas nativas y criollas. Las sembramos y las multiplicamos para que las familias las siembren en sus huertas y entregamos hace un mes más de 4 mil plántulas. Aquí producimos tomates, cilantro, ají, habichuelas, maíces, fríjoles, habas, espinacas y papa, entre muchas otras especies”, nos cuenta Andrés.

    Es un equipo de 24 personas, de las cuales son 7 técnicos encargados de las huertas, repartidos por diferentes zonas de la ciudad, quienes -ante las peticiones de la misma comunidad- les llevan el producto hasta los locales comerciales de zonas 1 y 2 del Municipio, directamente de la granja al consumidor, sin intermediarios. En total son 225 productores y 225 tenderos los que hacen parte de la cadena.

    Nuestra satisfacción más grande es lo que hacemos con las comunidades a partir de lo que desarrollamos, donde les mostramos que sí podemos producir alimentos. La gente queda encantada porque es una experiencia muy visual, porque ven los cultivos, las bandejas llenas de plántulas, se les muestra el abono, cómo se hace el dispensario de semillas empacadas, marcadas y etiquetadas; cómo se realiza la poda y el mantenimiento, conocen el invernadero y todo es un descubrimiento. Es un aprendizaje nuevo para ellos”, narra Andrés con una voz que transmite alegría por lo que se hace.

    Las metas que se tienen

    Nos explica que el prototipo ideal de una huerta rural es de mínimo 100 metros cuadrados y en las casas y en territorios urbanos este es de 10 metros cuadrados. Que con esta estrategia tienen presencia en el 80% de la ciudad, incluyendo los corregimientos, que han implementado 700 huertas en Medellín y que la meta es llegar a 2.500 en el cuatrienio.

    Con la capacitación y las visitas de acompañamiento técnico les entregan a las familias el kit de insumos y les miden el impacto del proyecto, o sea, cuánto se ahorran por tener la huerta y han establecido que una familia puede ahorrarse hasta 75 mil pesos en un mes. Además de los ingenieros agrónomos, tienen nutricionistas, trabajadores sociales y gastrónomos que enseñan a la comunidad a preparar lo que producen en las huertas.

    A las familias que vienen con el proceso desde años atrás, les hacen acompañamiento con la estrategia Huertas fortalecidas, donde han identificado a 800 de ellas que siguen con sus huertas activas. La mayoría cultiva para autoconsumo, pero hay quienes tienen excedentes y entonces los vinculan a la estrategia de productores y se les apoya en la comercialización de sus productos.

    Más allá de proveer alimentos

    “Esto es exitoso y es un programa ganador por donde se le mire. Tenemos unos indicadores intangibles: casos donde los matrimonios han arreglado sus problemas al trabajar juntos en la huerta, personas que le han encontrado sentido a la vida o adultos mayores que vivían sin una ilusión y que al trabajar en este proyecto, se empoderan de su huerta y rehacen su existencia”, cuenta este médico veterinario al recordar situaciones vividas en el proceso.

    “Esto va más allá de los alimentos, esto es un espacio pedagógico y terapéutico; aquí hay producción de comida, seguridad alimentaria, construcción de tejido social y de hogares, porque la huerta es de toda la familia”, concluye Andrés, no sin antes manifestar que están buscando otras 500 familias para que se vinculen al proceso en este segundo semestre del año.

    Con la implementación de estos espacios, que lidera la Secretaría de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos, se busca rescatar los alimentos autóctonos de la región, multiplicarlos para tener una producción local más sostenible y proteger nuestra cultura gastronómica.


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