Hagamos las paces: resignificando historias y lugares desde el corazón de Medellín

Entre los meses de octubre y noviembre, la ciudad vivió la décimo octava versión de «Caminá Pa’l Centro Hagamos las Paces», una agenda colectiva de iniciativa ciudadana que se tomó las  calles y las plazas, buscando la resonancia de historias de paz que trascendieran la tinta de los acuerdos firmados hace ya siete años y que nos permitieran una aproximación a las diversas miradas de la paz en el territorio.

Este evento de ciudad congregó a decenas de artistas, colectivos y académicos, propiciando más de 70 acciones en diferentes rincones de nuestro #CentroConSentido. Un momento clave fue el 2 de noviembre, cuando «Caminá Pa’l Centro Hagamos las Paces», en articulación con la Gerencia del Centro, las secretarías de Cultura y de la No Violencia y la Cinemateca, logró que el parque de  Berrío, por este día, dejara de ser solo un lugar de paso, para convertirse en una sinfonía de historias, cambio y resignificación.

Bajo el telón sonoro de July Grajales y el Grupo Los Arellanes, el parque de Berrío respiró música como una nueva forma de expresión en este espacio, llamando la atención de más de 1200 personas que disfrutaron esta jornada a lo largo del día. Juan David Belalcázar y Cristian Londoño compartieron la iniciativa «Sin Rumores Construimos Cultura de Paz», destacando cómo las organizaciones sociales son claves en el cumplimiento de los acuerdos de paz. Joni Alexander Restrepo desplegó cortometrajes que pintaban una reflexión en este mismo sentido, como un recordatorio de que la construcción de paz es un esfuerzo colectivo. Firmantes de Paz ofrecieron su mirada, revelando la importancia de los procesos de reincorporación en la transición a una nueva realidad.

El día culminó con la proyección de la película «La Niebla de la Paz». En medio de la lluvia que persistía, la pantalla se iluminó, llevando a los presentes a una travesía visual que encapsulaba la complejidad y avances del proceso de paz, siendo una ventana hacia las experiencias vividas durante más de 50 años de guerra en las montañas de Colombia y una esperanza de que la paz y la transformación puedan llegar a cada rincón de nuestro país.

La lluvia no detuvo a los centenares de personas que hicieron parte de este evento. Más que obstáculo, se convirtió en un símbolo de renovación y purificación, gotas de agua que caían borrando las líneas de lo que fue y abriendo paso a lo que podría ser.

Los acuerdos de paz, ya con siete años de haberse firmado, siguen acercándonos a estas experiencias que se convierten en monumento viviente, un testimonio tangible de que la paz no solo cambia vidas, sino que también redefine los lugares que llamamos nuestros, como lo es el parque de Berrío; donde entre hojas mojadas y gotas de lluvia, la ciudad se reencontró consigo misma, en un día que trascendió el clima y dio un paso más hacia la construcción de una paz duradera.