Tallerarte: patrimonio cultural de la comuna 6

Por la iniciativa de un artista autodidacta surgió esta corporación que, con el paso de los años y por su labor en pro de la paz y la tranquilidad del sector, se ha constituido en un referente de ciudad.

Cuando el tolimense Guillermo Villegas Mejía trabajaba en el ya desaparecido Ministerio de Obras Públicas, tuvo la idea de que los obreros pertenecientes a la institución ocuparan parte de su tiempo libre en actividades culturales y lúdicas con talleres de pintura y de dibujo. Cuando salió de allí, este escultor, escritor y artista autodidacta, viajó a Medellín y de manera itinerante iba haciendo talleres de arte en los barrios de la ciudad, hasta que un día, por allá a mediados de los 80, se encontró con Ernesto Charry -quien era rector de un colegio- y se fueron para el corregimiento Altavista a fundar Tallerarte: un espacio artístico y comunitario sin ánimo de lucro, pero la situación social de ese entonces, no los dejó prosperar en ese sitio y entonces -luego de deambular por varios lugares- se instalaron en la parte alta del barrio El Picacho, donde hoy todavía funciona como un espacio de creación artística para todas las edades.

El papel de Guillo y de Tallerarte

La entidad cumplió 40 años en 2020, 27 de los cuales ha estado en El Picacho y los otros 23 por diferentes barrios de Medellín, según cuenta Camila Flórez Quintero actual representante legal de la Corporación, quien conoció desde muy pequeña a Guillo -ya fallecido, como le decían a Guillermo- y quien desde los 6 años está vinculada con el taller. “Él era como un papá para todos. Un hombre serio, pero muy cariñoso y se ganó el respeto de la gente”.

Para ella el trabajo en esta corporación y el papel de Guillo ha sido vital en esta zona de Medellín.  “El mayor aporte que hemos hecho a la comunidad es que el trabajo de escultura y arte que se hace aquí con los jóvenes contribuyó a la pacificación del territorio, porque muchos de estos que estaban inmersos en el conflicto armado, luego de ese proceso de paz que se firmó en 1994, encontraron allí habilidades artísticas, se dieron cuenta que sabían de anatomía y se juntaron de manera pacífica todas esas visiones políticas de ver el país, lo que redundó en tranquilidad para el territorio. Este ha sido un escenario para la creación, para la escultura; es un taller abierto que permite que entren niños y niñas de cero a los cien años”, explica Camila, aaestra en Artes Plásticas, egresada de la Universidad Nacional -sede Medellín- en el 2015.

El taller, un patrimonio cultural de la comuna 6

La entidad funciona en la sede del colegio Progresar junto a la última estación del Metrocable Picacho, llamada El Progreso. Las esculturas que realizan los jóvenes y la comunidad permanecen allí. El sitio es muy concurrido, lo visitan algunos artistas y más que todo la misma gente del vecindario, las madres y las abuelas de los jóvenes que quieren ver lo que hacen sus hijos y nietos. Y si se quieren llevar una obra, tienen que esperar a que se seque y entonces se piden dos: una para el taller y otra para ellos y no se cobra nada. Allí se hacen esculturas colectivas que se exhiben en Parques Biblioteca y otros lugares de la ciudad.

Cuando se le pregunta sobre lo positivo del cable en la zona, Camila opina que “creemos que este es un escenario de movilidad que aporta mucho para el mejor flujo de las personas al territorio, para que no lo vean tan arriba, para que estemos más cercanos a las dinámicas de la ciudad, para agilizar procesos comunitarios y por eso considero que podemos ser un taller museo, con la escultura como el fuerte y parte del patrimonio cultural de la comuna 6”, comenta.

Las visitas que llegan

Admite que no son de hacer recorridos para mostrar lo que hacen en el taller, pero reciben con alguna frecuencia visitas de procesos de otros países que   seguramente se van a incrementar y les ayudará a ser más reconocidos. Recuerda que los últimos en venir fueron personas de Alemania y Estados Unidos que se enteraron de la existencia de este taller de esculturas a través de la Universidad de Antioquia.

Camila comparte su labor de maestra en Tallerarte, con la enseñanza a niños de segundo grado en la Corporación Educativa Combos -ubicada en el Centro de la ciudad- a los cuales les transmite valores y conocimiento. Está dedicada a su sentir del arte desde la fotografía y el video junto a su pequeña hija, Emilia, de siete meses de nacida.

“Aquí hay constituido un patrimonio invaluable porque Guillo fue integral”, manifiesta honrando la memoria del hombre que fue el forjador de este proyecto artístico que sigue mostrando -en especial a los jóvenes de la zona- que hay otros caminos para afrontar la vida.