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Lina Marcela

Un viaje al interior: de la oscuridad a la luz

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Secretaría de Inclusión Social Familia y Derechos Humanos
Por: Manuela Suárez Giraldo |

Luego de perder el rumbo de su vida, Lina Marcela se reencontró con su yo interior y, gracias al programa Granja, a su determinación, a su voluntad y a su pasión por e...

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  • Luego de perder el rumbo de su vida, Lina Marcela se reencontró con su yo interior y, gracias al programa Granja, a su determinación, a su voluntad y a su pasión por el fútbol y la danza, siente que tiene una segunda oportunidad y un buen motivo para vivir.

    El camino de Lina Marcela Moreno estuvo marcado desde que era una niña por tres pasiones indivisibles: el fútbol, el baile y ser docente. A sus 15 años resaltaba en las canchas del colegio como delantera, celebraba los goles con un sabor particular y se proyectaba como profesora para así compartir todo ese talento con los niños. Sus compañeros y docentes apostaban por ella. Brillaba y daba la impresión de que su pasión y su compromiso la empujaban hacia un futuro imparable; sin embargo, detrás de esa mente soñadora se escondía también un corazón entregado, que se veía motivado exclusivamente por una cosa: el amor entrañable a su hermano.

    La oscuridad

    Lo que hasta ese momento tenía claro se desdibujó rápidamente el 16 de mayo de 2017, cuando recibió la noticia de que su gran amor había muerto después de recibir cinco balazos en diferentes partes del cuerpo durante un enfrentamiento entre bandas. 

    “Ese día sentí que se habían llevado algo de mí para siempre; él representaba todo en mi vida. Ya no tenía en quién apoyarme, no había motivos para seguir”, expresó Lina Marcela. 

    Lina Marcela

    Lina Marcela

    El entorno en el que Lina creció fue siempre complicado, pero hasta entonces podía sentir lo que era estar realmente triste. En cuestión de minutos todo se volvió difuso para ella. La repentina ausencia de su hermano la llevó a tomar una decisión impulsivamente, que acabó por convertirse en una adicción a la cocaína.

    Durante los siguientes cinco años, sus planes cambiaron completamente. En cuestión de 20 días su cuerpo no soportaba más de media hora sin consumir. Fueron meses difíciles. La felicidad parecía asomarse en el lapso de tiempo en que tuvo a sus hijos, con una pareja que también había conocido en la calle, aunque en el fondo sabía que, días después iban a quitárselos por la condición en la que ambos estaban: “Podía sentir mi corazón partirse en dos, y no lo digo de forma metafórica. La sensación de volver a perder a alguien importante para mí me obligaba a querer estar bajo el efecto de las drogas todo el día”.

    El estado de plenitud le duraba apenas cinco minutos y en cuestión de segundos volvía toda la tristeza a hacerle peso, obligándola a entrar en una batalla que perdía a menudo. 

    El programa Granja

    Con el tiempo, sintió que su cuerpo ya no respondía a sus sensaciones, sabía que necesitaba volver a encontrar el norte -lo que le implicaría renunciar a muchas cosas- pero también reconocía que el soporte principal de esta nueva aventura tenía que estar acompañado de ayuda profesional. Después de tocar muchas puertas, un “angelito” -como ella misma lo describe- le habló sobre Granja, un lugar que es, desde entonces, su espacio de estancia y recuperación.

    Lina Marcela

    Lina Marcela

    Granja es un componente del programa de Atención al Habitante de Calle que brinda la Alcaldía de Medellín. Es un sitio de puertas abiertas, con caminos de ida y vuelta. Allí no se detiene a nadie, porque no hace falta. Sus paisajes conquistadores, el aire fresco, las instalaciones y el equipo de profesionales son motivos más que suficientes para querer quedarse y que solo sea necesaria una cosa: la determinación. En los últimos tres años, más de 1600 personas han decidido comenzar de nuevo y vivir su proceso de resocialización en este lugar, sin embargo, para Lina, en un principio, las razones de su malestar parecían ser más grandes que su fortaleza para dejar su pasado. La ansiedad la tenía en una cuerda floja, solo tenía dos opciones: dejarse caer o aferrarse fuerte con todo el cuerpo hasta conseguir cruzar al otro lado.

    El partido de su vida

    Entre el vaivén de irse o quedarse a luchar por el futuro que soñaba desde niña, se reencontró, por suerte, con situaciones que un día la habían hecho vibrar: sus pasiones. “Cuando juego fútbol y bailo, todo es verde para mí, siento la esperanza. Me dan ganas de seguirlo intentando, como si el movimiento me empujara hacia adelante y me impulsara a ser mejor”, dijo Lina. 

    Lina Marcela

    Lina Marcela

    Poco a poco, los días para Lina se han ido transformando. Los pensamientos durante el día se reconectan cada vez más con su niña interior, y antes de irse a dormir, se aferra a la idea de recuperar pronto a sus hijos y devolverles todo el tiempo perdido. Dentro del componente, la percepción sobre ella ha ido cambiando. Sus compañeros -quienes antes la describían de otra manera- dicen que su dureza se ha convertido poco a poco en una actitud optimista y la ven con respeto y admiración: “Uno se equivoca si cree que viene aquí solo a combatir la adicción; aquí avanzas cuando acatas las normas y te dejas ayudar para ser, antes que nada, una mejor persona. Y eso es primordial para mí”. 

    Lina Marcela

    Lina Marcela

    A Lina le quedan todavía seis meses en Granja para pelear la batalla y está dispuesta a enfrentarla como si se tratara de un partido de fútbol, en el que sale victorioso quien juegue con inteligencia, determinación, perseverancia y, sobre todo, con el pensamiento siempre puesto en la meta.


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